Martín Gusinde, quien convivió con los nativos y dedicó gran parte de su vida a la edición de la obra “Los indios de Tierra del Fuego” escribió:
“El indio, libre, con hábil ingeniosidad, se ha sabido acomodar maravillosamente bien a ello. Ha sometido a su voluntad los escasos dones de la naturaleza y desarrollado sus dotes espirituales, también ha sabido crearse una riqueza interior”.
“Por horas y horas me sentaba en rueda con ellos, me esforzaba en deshacerme totalmente de la forma de pensar europea, de los juicios valorativos modernos y del sentir personal, para hacerme de comprensión y sensibilidad y poder captar un mundo conceptual sumamente particular. ¿No decía el Dr. Fausto: “Si no lo sentís, no lo tendréis jamás!”?.
Las primeras crónicas de navegantes españoles, franceses e ingleses describían a los nativos de Tierra del Fuego con cierta carga despectiva. “Salvajes”, “inhumanos”, “criaturas inferiores” eran algunos de los calificativos que ayudaban a su descripción. A través de las investigaciones arqueológicas se conoce hoy que las primeras ocupaciones humanas en el Canal Beagle tuvieron lugar hace unos 7.000 años y los descendientes de estos primeros habitantes se mantuvieron siempre a lo largo de las costas de los llamados Canales Fueguinos, aún hasta inicios de nuestro siglo.
Grupo de Yamanas |
Familia Yamana |
Pero aún persisten los sitios donde los yamana pasaban gran parte de su vida. Completamente adaptados al medio litoral marino, se alimentaban de carne de lobos marinos, peces, aves, recolección de moluscos y crustáceos y también de carne guanaco, ya que, cuando decidían desembarcar, se instalaban en ciertos sitios de la playa, que podemos asociar hoy con la idea de campamentos.
Grupo familiar yamana frente a su vivienda |
Precisamente estos son los sitios arqueológicos sobre los que los antropólogos y arqueólogos llevan a cabo sus estudios. La abundancia de valvas de moluscos les ha hecho valer el nombre de conchales o concheros yámana. Hoy son sitios protegidos por leyes nacionales y provinciales pues conforman parte de nuestro patrimonio cultural.
La zona Norte de la Isla, donde el bosque es menos denso y predominan los pastizales, fue ocupado por otro grupo de nativos, categorizados como cazadores-recolectores pedestres, ya que a diferencia de los canoeros, no tuvieron necesidad de buscar su alimento en el mar.
Niños selknam; fotografía de 1898 del libro Genocidio selknam. |
Los ancestros de este grupo llegaron a la Isla hace algo más de 10.000 años, trayendo consigo su tradición cazadora de animales terrestres, principalmente guanaco y pequeños roedores. Cuando comenzaron las expediciones a la zona del paso interoceánico descubierto por Magallanes, los cazadores de esta zona se denominaban a sí mismos selk´nam, pero se los conoció bajo el apelativo de onas.
Su forma de vida nómade hizo que los testimonios de su cultura se hallen actualmente dispersos por todo el territorio que ocuparon, siendo estudiados aquellos lugares que, ya sea accidentalmente por remoción del terreno, por las crónicas etnográficas o por referencias transmitidas oralmente, son seleccionados por los antropólogos. Sus armas y utensilios, así como sus creencias y leyendas, son similares a los de las etnias que vivieron al Norte del Estrecho de Magallanes, sobre todo de tehuelches, de quienes probablemente provenían.
Los últimos selk'nam en Puerto Harris (Isla Dawson), en1896. |
Con relación a los descendientes, viven en nuestra Provincia algunos representantes mestizos de esta etnia, pero se considera que la última descendiente selk´nam fue la señora Virgina Choquintel, fallecida en 1990, en cuyo honor se bautizó el Museo de la Ciudad de Río Grande. Tanto en este museo como en el de la Misión Salesiana (Monumento Histórico Nacional) se exhiben utensilios, armas, fotografías y otros elementos vinculados a la vida de los selk´nam.
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