Los hombres habían concebido el proyecto más grandioso para construir un templo. Así honraban al Señor.
Las multitudes lo observaban con respeto y satisfacción. Pero entre ellas, había un hombre diferente.
Un rebelde, diríamos, que no aprobaba el trabajo de sus semejantes, ni tenía el respeto que los demás sentían por el Creador.
- A mí no me agrada el templo. Es un adefesio. Lo echaría abajo a puntapiés.
Y, como además de pretencioso era muy corpulento, hizo el gesto y algún destrozo causó.
Se amontonó el vecindario ante hecho insólito. La justicia, se hizo presente, además.
Cesaron las carcajadas del insolente y torpe individuo, cuando un policía lo tomó para llevarlo al calabozo.
Convenientemente engrillado -ya que era peligroso dejarlo en libertad-, fue puesto a disposición del Juez. Debió entonces vestir traje de presidiario.
Cumplida ya la condena, fue puesto en libertad, pero Dios, que había sido el ofendido dispuso otro castigo, y con más severidad.
Para que no cometiera nuevos desmanes, lo transformó en pajarillo. Del uniforme de presidiario, conservó el bonete; los grillos siguieron sujetando sus extremidades, a tal punto que sólo pudo caminar a saltitos; y quedó en la tierra, con el nombre de chingolo o chucshin. Así dejó de ser hombre, quien no supo comportarse como tal.
Leyenda del Noreste
El urutaú es un ave nocturna, de plumaje pardo oscuro, que lanza gritos desgarradores desde los árboles donde se cobija, especialmente desde las palmeras yatay.
Nos cuenta la leyenda que en épocas remotas vivía en estos lugares una muchacha alocada, que gustaba de las diversiones de modo extraordinario.
Una noche, mientras estaba riendo y bromeando en un baile, vinieron a avisarle que su madre estaba muy enferma.
En su egoísmo y aturdimiento, no dio importancia al mensaje, y se quedó hasta que terminó la fiesta.
Cuando regresó a su casa, se encontró con una realidad demasiado cruel; su madre había enfermado gravemente, para morir; lo que ocurrió poco después.
Es de imaginar su desesperación cuando comprendió que había quedado huérfana. El arrepentimiento la llevó a un estado de locura y tomando forma de ave, no tuvo ya sosiego.
Desde entonces vaga por los montes, quejándose insistentemente de su mala acción.
EL PALO BORRACHO
Leyenda del Interior
En el conjunto de árboles de la selva, el palo borracho era tan solo un arbusto de tallo recto y liso y de la estatura de un niño.
Pero un día llegó a esos lugares en busca de la flor más hermosa para llevar a palacio, un vasallo que quería complacer a su monarca.
Eran tantas las que halló, que fue difícil escoger de primera intención.
Le parecía que todas se ofrecían con sus mejores galas y perfumes.
La noche en tanto iba cubriendo el paraje con sus sombras y, al advertirlo, tuvo que decidir. Cortó entonces la que estaba más próxima: era la del palo borracho.
El árbol profundamente halagado pensó: - Soy yo quien produce la más bella flor de la selva.
Y el orgullo lo hizo crecer y abultar, hasta sobrepasar a los demás.
Sus hojas detenían como dedos la proximidad de otros árboles, y así creció en forma más efectiva.
Un arbusto vecino, al comprobar el cambio operado en su físico, le advirtió:
- Inconveniente es el orgullo. Como defecto que es, te deforma.
Y el palo borracho, recapacitando, quiso volver a su anterior condición, pero sólo consiguió sumir su tronco en su extremidad y cubrirse de espinas.
Leyenda de la llanura pampeana
El dios Huecuvú había castigado a una tribu. Era tal su indignación, que pensaba que el hambre la cercara hasta hacerla desaparecer.
Inútilmente perseguían las presas los cazadores más diestros. Los animales huían sin ser alcanzados por las flechas.
Los campos asolados por la sequía, no albergaban ejemplares de ninguna especie.
El adivino agotaba sus recursos para conciliar a los hombres con su dios.
El hechicero logró interpretar al ser supremo y anunció que Huecuvú exigía, para concederles alimento, el sacrificio de uno de ellos, que debía morir de hambre.
Una vez sorteado entre los que voluntariamente se ofrecieron, el indígena fue rodeado por los demás, que no dejaron de danzar y festejar su coraje para salvar a sus semejantes.
A la noche se desencadenó una tormenta que duró tres días.
Cuando cesó, no pudieron constatar que la muerte hubiera terminado con los sufrimientos del compañero.No lo encontraron. Pero en ese mismo sitio se erguía una lozana planta, con anchas hojas alargadas y con una espiga jugosa que prometía alimento y riqueza a la población.
EL SOL Y LA LUNA
Leyenda fueguina
En una choza muy linda, vivía un matrimonio feliz. El astuto Ke-erren, vigoroso cazador de guanacos, y su esposa Kr’en hermosa mujer, ocultaban a los indígenas de la vecindad su condición divina, y nadie podía imaginar que eran el sol y la luna.
Una tarde en que Ke-erren regresaba con abundantes piezas de caza, producto de un día muy bien empleado, tuvo una gran desilusión. Su mujer no lo esperaba, como de costumbre, para ponderar su destreza. Estaba en otra choza, conversando con una vecina, contándole cosas que Ke-erren le había confiado creyéndola persona discreta y reservada.
La indignación del cazador al comprobar este mal proceder de Kr’en, le hizo perder su dominio, y llegó a cometer una acción muy condenable en un hombre: le asestó a su mujer un golpe en la cara.
La joven, sorprendida por tan torpe reacción, corrió hasta la costa y desde un peñasco, se lanzó impetuosamente al mar.
Él, que la venía siguiendo, hizo lo mismo, con la intención de alcanzarla, para pedirle perdón. Pero ella, menuda y escurridiza, supo escapar a su abrazo…
Desde entonces persiste el seguimiento. Han pasado varios siglos, y aún en el cielo fueguino se suele observar a la luna y al sol hundirse en el mar.Es que la hermosa mujer todavía no perdona al varón que la golpeó, dejando como huella de esta cobarde acción, una mancha en la mejilla, visible a todos cuantos puedan contemplarla.
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