Conociendo Argentina: Buenos Aires, "Teatro Colón" Parte II

Cúpula
A 28 metros de altura, la sala está coronada por la cúpula realizada en 1966 por el gran pintor Argentino Raúl Soldi. En sus palabras, "... He querido hacer de la cúpula un espejo, una memoria de colores que evoque la magia de este teatro. Al poner las manos en el proyecto, pensé fijar en el techo todo lo que acontece y aconteció en el escenario. De este modo surgió la idea de esa ronda en espiral invadida por cincuenta y una figuras, incluyendo los duendes del Teatro, que logré rescatar escondidos en cada rincón del mismo"...



Los personajes que habitan la obra ilustraron también el ballet que, sobre las arias y danzas antiguas de Ottorino Respighi, se representó en la sala el día de la inauguración de la nueva pintura de la cúpula, el 25 de mayo de 1966.

Detalle de la cúpula
Salón y Foyers
El tradicional paseo durante los intervalos permite la visita a los grandes salones del Colón. El Foyerde los Bustos, decorado con bustos de compositores realizados por Luis Trinchero y con el importante grupo escultórico llamado "El secreto", de Eberlein, comunica con el Salón Blanco. De estilo Renacimiento francés, se trata del antepalco de la platea balcón en funciones oficiales y se utiliza frecuentemente para reuniones formales, conferencias y agasajos. Dos grandes galerías, coronadas por vitrales, ofrecen una vista amplísima del hall de entrada y conducen de la Galería de los Bustos al Salón Dorado.

El Salón Dorado es de inspiración francesa, reminiscente del Grand Foyer de la Ópera de París. El dorado a la hoja de su decoración, las columnas talladas, las arañas, los vitrales de Gaudin con imágenes de Homero y Safo y el refinadísimo mobiliario son reflejados por una sucesión de espejos que potencia su fastuosidad. Convertido ya en una sala con vida propia, el Salón Dorado es centro permanente de conciertos de música de cámara, conferencias y exposiciones paralelas a la actividad de la sala, con entrada libre y gratuita.


Historia
El primer Teatro Colón se inauguró el 24 de abril de 1857 en el predio que hoy ocupa el Banco de la Nación Argentina, frente a la Plaza de Mayo. Son las instituciones y su gente, más allá de los edificios que los albergan y de sus inevitables influencias, las que cuentan para la historia. Un siglo y medio de tradición operística es la que tiene a su haber el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y esto no es poco pues las condiciones políticas y económicas cambian, y esto va jalonando ese gran derrotero histórico con períodos que ostentan rasgos singulares.

Aquel viejo Colón estaba llamado a apagarse un 13 de septiembre de 1888 para dar paso a un emprendimiento estatal de mayor calibre, que desembocó, veinte años después, en el actual edificio de la calle Libertad. En el intervalo, la crisis de 1890 impidieron la inauguración de la nueva sala para el 12 de octubre de 1892, a 400 exactos años del descubrimiento de América.


En los veinte años durante los que el Colón no tuvo vida, el Teatro de la Ópera, ubicado en el mismo solar que el actual de la avenida Corrientes, fue amo y señor de las temporadas porteñas. Claro que lo alimentaba el mercado creciente de la inmigración, reflejado en una competencia intensa por parte del Politeama, el Odeón, el Teatro Comedia, el Teatro Marconi y el Avenida, a los que se sumaría en 1907 el Coliseo, sin perjuicio de salas menores como la de Mayo o la Zarzuela

El segundo Teatro Colón nace como un proyecto mixto que incluía a un empresario italiano (Ángelo Ferrari), a las autoridades municipales (que también formaban parte de la élite) y a un grupo de familias que habían comprado prácticamente de por vida abonos para los palcos más caros y prestigiosos. Sin embargo, los costos y tiempos de la obra hicieron que ese aporte no alcanzara a cubrir el 15% de la construcción y la municipalidad se transformó entonces en una pieza clave. 


En consecuencia, la influencia del empresario privado decayó y un comité nombrado por la municipalidad empezó a tomar decisiones artísticas referentes a las asignaciones presupuestarias, a las contrataciones y al repertorio, para finalmente reorganizar la estructura de las temporadas. En 1906 se publicó un decreto municipal de gran importancia por el que se le confirió al gobierno de la ciudad el poder de distribuir y asignar localidades, y quitárselas al empresario y a la élite. Las entradas tenían que pasar por una oficina municipal donde se las marcaba y numeraba antes de que salieran a la venta. Ninguna entrada podía ser vendida sin ese sello municipal o fuera de la boletería del teatro.

El nuevo Colón nació el 25 de mayo de 1908, como "un teatro más", si se piensa que el Opera ofreció ese mismo año 14 óperas en 54 funciones, con elencos superiores a los improvisados del que entonces aún no era el primer coliseo. La nueva sala estatal, concebida como un teatro de concesiones bajo la supervisión de una comisión municipal, nació a destiempo, en un mercado donde se derrumbaba la mayoría de las salas hasta hacía poco exitosas.


Así, el primer reto para el Colón fue sobrevivir en un mundo que había cambiado las reglas, pero el es el Estado el que lo salva. Es decir, en 1925 abre una nueva etapa al crear cuerpos estables como la Orquesta, el Coro y el Ballet, ante la imposibilidad de contar siempre con elencos extranjeros completos. Sin embargo, la paradoja no tarda en aparecer: entre 1925 y 1930 se volverá a un régimen de concesiones para la temporada principal o de invierno, mientras la municipalidad se hará cargo de una breve temporada de primavera.

Sala Principal
Recién en 1931 se plasmaría la municipalización que, hasta entrada la Segunda Guerra Mundial, logró una de las etapas más estables y fructíferas del teatro, que comienza a casi reinar solo en el mercado al que se dirige.
Los elencos internacionales eran cada vez más complicados de contratar por la guerra, lo que arrojó resultados disímiles según los casos. Para el Colón, fue el incremento de artistas nacionales que, al provenir de diversos orígenes, eliminaron distorsiones propias de la tradición italiana, que imponía esa lengua para todo tipo de óperas, costumbre que en el Coro tardó mucho en erradicarse.

Por entonces, las agendas y los cachets de los cantantes internacionales no eran tan exigentes como los actuales. Los directores artísticos viajaban a Europa o Estados Unidos para comprometer a los artistas, que sólo se contrataban formalmente dos o tres meses antes y con el presupuesto aprobado; costumbre que las circunstancias actuales hacen económica y prácticamente inviable.

En 1968 se proyectó la ampliación del Colón, que se construiría bajo tierra y a un costado del antiguo edificio, evitando así modificar su valiosa arquitectura. El diseño estuvo a cargo del estudio Mario Roberto Álvarez y Asociados, y fue pensado para concretarse aprovechando el tiempo de seis recesos consecutivos de temporada. La obra significó la refacción y reequipamiento de la sala, del escenario, de los camarines y de los talleres y la construcción del anexo subterráneo bajo la plazoleta República del Vaticano (que fue transformada en un estacionamiento), adonde funcionarían más talleres, depósitos y salas de ensayo.

Para ese entonces, aún no se advertían con claridad los cambios que en el mundo padecerían las instituciones dedicadas al arte lírico. El Estado tendería a resignar su responsabilidad en el sustento de grandes burocracias teatrales; tendería, como en el caso del Metropolitan, a la búsqueda incesante de patrocinios; los cantantes aumentarían sus retribuciones hasta límites impensados (hoy un comprimario cobra más que una primera figura en los 70), y las agendas harían imposible sostener un teatro con elencos internacionales que no contratare por lo menos con tres años de anticipación.

Miscelánea
Su estatus artístico está arraigado de tal forma en el imaginario colectivo argentino que se saluda al grito de "¡Al Colón!" a los triunfadores de las más diversas expresiones culturales o a quienes alcanzan logros personales. La mística que rodea al teatro ha inspirado obras literarias como El gran teatro de Manuel Mujica Láinez, basado en la representación de la ópera Parsifal en 1942 con Lauritz Melchior.

En noviembre de 1989 fue declarado Monumento Histórico Nacional.

Vista Actual


En 2011, el sociólogo Claudio Benzecry publicó “El fanático de la ópera: etnografía de una obsesión”, una investigación sobre el público asiduo del Teatro Colón, demostrando que contra el estereotipo que prejuzgaba como miembros de la aristocracia a los usuales visitantes del Colón, el público de melómanos y fanáticos de la ópera que concurría asiduamente al teatro era de toda clase de nivel socioeconómico.

A lo largo de los 107 años transcurridos desde su inauguración, el edificio ha padecido el deterioro lógico, producto de la falta de mantenimiento e inversión, y el desgaste propio de sus materiales y la acción de agentes externos como la contaminación, la lluvia, la humedad y el paso del tiempo.

El Teatro Colón estuvo en obras de reparación por más de tres años, desde el 2007 al 2010, durante los que se realizó una restauración conservativa que abarcó la totalidad del edificio, la obra estuvo a cargo del Ministerio de Desarrollo Urbano de la ciudad de Buenos Aires.

El 24 de mayo de 2010 a las 08:20 pm en pleno festejo por el Bicentenario de Argentina tuvo lugar la reapertura con un gran espectáculo de animaciones tridimensionales donde el teatro se vio totalmente restaurado a su antiguo esplendor. Al evento asistieron muchas personas famosas del entorno artístico y político del país y se presentó La Bohème.

Reapertura del Teatro

Fonda Argentina: Conociendo Argentina: Buenos Aires, "Teatro Colón" Parte I

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